El estrés es una tensión física o emocional, que puede provenir de cualquier situación o pensamiento que lo haga a uno sentirse frustrado, furioso o nervioso. Es una reacción del cuerpo.
Esto que parecía casi una rareza, o más bien estaba ligado a cierta élite adinerada y cosmopolita que dejaba afuera a los pobres.
Ahora retumba por todos los rincones de la sociedad y poco a poco se va patologizando.
La misma puede llevarte a una vida de ansiedad, o peor aún, de depresión.
Pero ¿por qué ahora se llega por un camino más recto y corto al estrés?
porque la sociedad exige cada vez más.
Vivir significa cumplir un sinfín de cosas y no fallar nunca. Ese esfuerzo por absorber todo nos destruye lentamente, así llegamos un día que somos incapaces de concentrarnos en una simple actividad y terminamos angustiados y derribados; todo esto, sin olvidarnos que estamos “obligados” a ser felices.
Es un camino casi sin frenos, no es fácil, tampoco imposible independizarse de las exigencias.
Para nuestra tranquilidad la sociedad ya tiene los culpables, y son los que propiamente sufren de estrés, los que no saben gestionar o no utilizan herramientas necesarias para controlarlo.
Todos te dicen “esto es así y si no… ahí está la puerta”, en pocas palabras: adaptarse o desaparecer.
Pero en el medio de la desesperación por lograrlo todo de una forma prácticamente obsesiva, y no obtener resultados aparecen las recomendaciones: no importa cómo estes, tienes que parecer normal, no puedes mostrarte frágil ante nadie. Recuerda que si se te cae una lagrima en tu trabajo, ante tu pareja o amigos puede que te postulen a un hospital psiquiátrico.
Así, nuestro ánimo es tratado como una economía y comenzamos a ser infelices por no lograr objetivos simples, hostigándonos a decir a todos y todo que SÍ.
Sometidos a una sobrecarga, vivimos anhelando el pasado y tratando de obtener un futuro perfecto (frágil mentira) y nos olvidamos simplemente del hoy.
Aprendamos a decir que no, hagamos lo que tenemos que hacer hoy y dejemos para mañana lo que es de mañana y recordemos que hoy somos lo más joven del resto de nuestras vidas.
Eduardo Chervo – 2022