Mirando películas de zombis que se han instalado prácticamente como una teoría posible, me pregunto por la muerte.
Todos conocemos a esta canalla, que nos persigue, nos hace sentir inferiores, nos deprime y a medida que el tiempo se nos apodera los temores y cuidados nos comienzan a doblegar, porque a mayor edad, mayor es la preocupación.
Me pregunté por la relación de la muerte entre los animales y me encontré con la curiosa historia de la gorila Koko.
Ella fue un primate adiestrado que podía comprender 2000 palabras y comunicarse a través de 1000 signos. Cuando los científicos preguntaron a Koko qué era la muerte para ella, la gorila utilizó los símbolos de “dormir”, “adiós” y “agujero cómodo”. Comprendía la muerte como un sueño eterno.
Sin embargo, unos años después al morir su gatita (que tenía de mascota), Koko quedó desolada. Dijo estar triste, que la muerte era mala y que quería llorar.
Esto es una evidencia de que la muerte nos angustia a todos los seres vivos.
La prolongación de la esperanza de vida es absolutamente real. Hace 200 años atrás la esperanza de vida era mucho menor que en la actualidad y cualquiera se podía morir por una simple infección.
Uno no muere porque los dioses tengan ganas, sino porque algo de nuestro cuerpo falla.
¿Qué pasaría si le encontramos la solución a todas las fallas? Y si esto fuera real ¿Quién tendría acceso (monetario) a la vida eterna? Nosotros… seguro que no.
No estoy hablando de hacernos superhéroes inmortales.
Porque si cualquier ser humano se pone frente de un tren en marcha, no habrá avance científico que lo pueda reconstruir.
me refiero a que, si queremos preexistir en el tiempo, aparte de componer canciones o pintar cuadros, le aconsejo que simplemente plante árboles, para que en el presente y después de muerto alguien pueda aprovechar su oxígeno, frutos y hasta su sombra… eso SÍ es hacerse inmortal.
Eduardo Chervo – 2022