Estos días atrás trascendió la noticia, amarga para mi gusto, que dio a conocer la expedición a la fosa de Perú-Chile, también conocida como fosa de Atacama.
Se logró llegar a los 8000 metros de profundidad por primera vez en la historia de la humanidad.
Un par de científicos en conjunto con el Instituto Milenio de Oceanografía en la Universidad de Concepción de Chile, descendieron por primera vez a los fondos de esta fosa, pero no todo fue color de rosas.
Allá abajo en una de las profundidades más grande del planeta tierra encontraron una simple bolsa azul de plástico.
O sea, nuestra mugre llegó antes que nosotros.
Las preguntas son simples de responder, los culpables somos nosotros.
Nuestro gran egoísmo y la separación que hemos tomado del resto de la naturaleza utilizando la imaginación y herramientas, dándole siempre mayor importancia a la economía que a la naturaleza, más nuestra obsoleta creencia de que algo siempre nos va a salvar junto a la acumulable ignorancia de: ¡es una simple bolsa!
Estamos ejecutando absolutamente todo.
Las escuelas no dejan de enseñar, los medios no se cansan de pasar imágenes crudas de peces y aves enredadas en plástico de todo tipo. Islas completas de basura pasean por los océanos, plásticos que usamos cotidianamente.
¿Cómo? Muy simple. Caminas por las calles de Mocoretá, comes algo y arrojas el envoltorio, el viento y el tránsito lo mueven de acá para allá. Una semana después llueve, y se mete por los alcantarillados, así llega al arroyo los Guantes, va seguir deambulando un par de meses, o quizás años esperando las crecidas (si ya no quedó enterrado en algún fondo o en el estómago de un animal) hasta que un día, el Río Mocoretá lo entrega al Río Uruguay.
Otro par de años, quizás décadas y un día el Río de la Plata por fin lo va a dejar libre en el océano.
Pasaron muchos años, si estas vivo ya ni recordás lo que comiste ese día, pero hoy un grupo de científicos baja al fondo oceánico por primera vez y encuentras tu bolsa.
Nos son los otros, somos nosotros.
Eduardo Chervo – 2022
