Excombatiente: “Duele ver que nos usurparon las islas, nos robaron todo”

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Los distintos estados del clima generan en cualquier rincón del mundo toda una constelación de signos que hay que saber leer, según dicen. Y si se trata de súbitas y cambiantes condiciones climáticas como las que se dan en las islas Malvinas, hasta pueden tener vínculos claros con el campo de las emociones. Porque Malvinas es eso: sentimiento a corazón abierto.

Basta con ver algo de lo que están experimentando esta semana en las islas una comitiva de 20 excombatientes correntinos como para darse una idea de todo lo que puede leerse en el entorno. Sobre todo si pasaron 41 años de una guerra que les marcó la vida y por la que vuelven a Malvinas para sanar heridas.

“¿Sabés qué? Cuando estuvimos en el cementerio de Darwin al principio estaba todo gris y con algo de viento, pero en un segundo cambió el tiempo, justo cuando comenzamos a cantar el himno: una llovizna de aguanieve, un viento más fuerte… un frío total. ¿Y qué podés pensar de ese cambio, así de brusco? Que estábamos bendecidos, hermano…”, cuenta del otro lado del teléfono Eladio Galarza, un malvinero oriundo de Capital que integra el grupo que desde el sábado permanece en las islas.

Para él, el entorno se unió a ellos de manera casi mística y en un momento tan especial de homenaje a sus pares caídos en combate que están inhumados en el cementerio de Darwin. “Eran nuestros camaradas que están allí haciendo guardia… Ellos estuvieron de esa forma con nosotros… abrazados”, dice con la voz quebrándose de la emoción. Imposible evitar que a uno, a más de 2.700 kilómetros, se le erice la piel con esas palabras y ver las imágenes en la mente de ellos entre las cruces blancas llorando al compañero muerto.

EUSEBIO VALENZUELA (IZQUIERDA) Y UN HOMENAJE ESPECIAL A GABINO RUIZ DÍAS.

En los últimos días, la delegación correntina recorrió distintos sectores de la isla en que se libraron las principales batallas y que a varios de ellos tuvo como protagonista. Incluso lo harán hoy, su último día disponible en su totalidad, ya que mañana después del mediodía emprenderán el regreso al continente, a Río Gallegos, y de ahí volarán a Buenos Aires y finalmente aterrizarán en el aeropuerto de la capital correntina el domingo por la tarde.

Se trata de un viaje que se realiza por tercera vez (en 2018 y 2019 ya fueron contingentes bajo la misma modalidad) y que es financiado por el Gobierno provincial como una acción enmarcada en la malvinización como política de Estado.

En todo el itinerario, sin dudas, lo vivido en el cementerio de Darwin fue de una enorme emoción. “Cumplí la promesa a Roque Evaristo Sánchez”, cuenta por su parte Miguel García, un malvinero nacido en Chavarría.

“Su tumba está en la entrada del cementerio y pude encontrarla rápido, así que ni bien me arrodillé frente a ella, puse sobre la cruz blanca lo que mandaron los familiares de él: una imagen de la Virgen de Itatí. Así que cumplí con ellos también”, señaló Miguel en contacto telefónico antes de ir a dormir en el hotel.

Golpe inicial: como extranjeros

En la charla de casi media hora con Miguel y dos excombatientes más hubo otro punto en común que sorprendió. Apenas bajaron en Malvinas afrontaron un momento bastante complicado, como un golpe en el pecho que les hizo ver un costado de la realidad que es muy triste, sobre todo en una experiencia visual, real, sentimental.

“Llegar a Malvinas fue de una emoción tremenda, un sentimiento muy profundo, pero a la vez también fue ver y sentir una realidad que duele… Ver que nos usurparon las islas… nos robaron todo, amigo… todo, todo. Eso lo sentí desde que pisé las islas”, describe como puede Miguel, con las palabras que logran salir esquivando un nudo en la garganta.

“Aparte del orgullo que tenemos, sentí que nos robaron todo… todo. Me duele el alma, che… Pero bueno, es la realidad que nos toca vivir”, apunta ya antes de un total silencio de varios segundos.

“Llegar a Malvinas fue lo más feo, porque se sintió algo muy triste… grave, porque en el 82 cuando nos fuimos dentro de todo nos despidieron bien, pero hoy, en 2023, al recibirnos fue otra cosa… No tengo palabras para contarte cómo fue, pero fue horrible”, se sincera Galarza, coincidiendo con García.

“Llegamos al aeropuerto y a mí, sinceramente, me dieron ganas de irme”, acota el malvinero aún dolorido por haberse sentido extranjero (o haberles hechos sentir eso).

“Después de que ingresamos a la isla cambiaron un poco las cosas…”, apunta.

“Como dijeron ambos, el dolor patrio que tenemos es que en este momento están usurpadas las islas… Y ver la bandera inglesa flameando acá nos corta como con una gillette nuestro corazón”, grafica apesadumbrado Ángel Esteban “Coqui” Flores, también excombatiente y que en estos viajes se desempeña como coordinador.

Sentido homenaje: rezo por vos

“Malvinas siempre te cala el alma, porque los que estuvimos ahí lo sentimos de una manera especial. Tenemos esa cosa que nos atraviesa el corazón. Siempre habrá una emoción y un orgullo”, resalta Miguel García.

El malvinero fue a rendirle homenaje a Roque Evaristo Sánchez. “Era mi compañero de regimiento; se incorporó a mi grupo y ahí nos conocimos. Él era de Corrientes Capital. Nos tocó estar juntos en Malvinas. Durante la guerra, cuando me fui a San Carlos, él había quedado en nuestra primera posición. Le pedí que se cuidara y todas esas cosas… pero pasó por muchas cosas feas”, recuerda Miguel.

“Él fue uno de los que fueron maltratados por nuestros jefes por sacar comida, cosa que hicimos en conjunto para poder sobrevivir y nuestro jefe nos torturó, principalmente un subteniente y un cabo, casos que están denunciados en la Justicia. Y si un día los cruzo, les diría personalmente ‘qué se siente pegarle a una soldado indefenso’”, expresa el excombatiente con los dientes apretados.

A Miguel, le quedaba en los últimos días ver la posibilidad de llegar a su posición de combate en San Carlos, cosa que se presentó bastante complicada. “Esa es la parte que me faltaría llegar”, señala.

También habló de su experiencia Eusebio Valenzuela, oriundo de la zona rural de Mantilla. “Vivimos momentos muy emotivos todos estos días. Lo primero que hicimos fue ir a visitar el cementerio de Darwin y las tumbas de cada uno de los hermanos que perdieron la vida por la patria. También le rendí un homenaje especial a los que estaban en mi posición y murieron allí”, rememora Eusebio con la emoción intacta.

“Esa visita fue una gran emoción, un gran alivio para nosotros… Fue un gran alivio poder llorarlos… Porque aquella vez, en el 82, no pude hacerlo por circunstancias propias de la guerra. Y bueno, esta vez sí. La verdad que dejé una mochila que llevo cargada por años”, acentúa el malvinero en un mensaje de audio que pudo enviar a poco de arrancar las actividades de ayer en las islas.

“Esta vez sentí que realmente ellos están descansando en paz. Eso me dio mucha fortaleza… un renovado espíritu de poder seguir adelante…”, describe entre palabras que apenas salen de su boca, complicadas por un llanto a medias.

“Es una gran emoción estar por acá. La estamos pasando bien…”, dice Valenzuela ya repuesto y luego anuncia: “Vamos a recorrer nuestras posiciones y el sábado estaríamos regresando al continente y de allí emprenderemos el regreso a Corrientes”.

Curar heridas: sentir malvinero

“Es impresionante lo que pasaron los muchachos… Han curado sus heridas”, dice “Coqui” Flores a modo de primer balance sobre el final de la semana en Malvinas. “Tuvimos la posibilidad de recorrer otras posiciones de combate, otros lugares, ver lo impresionantemente extenso que es el territorio malvinense y las bellezas que tiene… Son un lugar muy lindo estas islas”, remarca quien es coordinador de viaje por tercera vez.

“Cada uno de los tres viajes tiene su particularidad a nivel personal y grupal, pero también trae aparejado que cada viaje nos trae una sorpresa”, indica y a continuación concluye con una frase sentida que bien vale como cierre de esta nota: “Malvinas une; une a toda la gente; a nosotros, los excombatientes, también. Así que es saludable y ojalá pronto vuelva a flamear acá nuestra bandera”.

Visita al cerro Sapper Hill, un bastión de los últimos combates en la guerra de 1982

El contingente de excombatientes de Malvinas visitó el miércoles la zona del cerro Zapador o Sapper Hill, ubicado en Puerto Argentino, zona donde se registraron las últimas muertes de esta guerra.

Los malvineros fueron a Sapper Hill a pesar de la fría temperatura que registró los 5 grados bajo cero y la intensa caída de nieve.

La zona, ubicada a casi 140 metros sobre el nivel del mar, vivió el último combate entre tropas argentinas y británicas que terminó con los últimos soldados fallecidos en esta guerra.

Dicho evento bélico ocurrió el 7 de junio de 1982.

Luego de caminar 4 kilómetros, los excombatientes (y dos periodistas que los acompañan) hicieron cumbre alrededor de las 11 de la mañana, donde se encontraron con una fuerte tormenta de nieve. Allí, los exsoldados buscaron un refugio hasta que la tormenta amaine.

Al llegar a la cima, el excombatiente Ernesto Acevedo, oriundo de Corrientes Capital, indicó: “Esto fue una misión cumplida, para mí este es un lugar sagrado porque aquí quedaron varios hermanos míos custodiando esta zona donde estuvimos hasta el 14 de junio, día de la rendición”.

Fuente: El Litoral

Autor: Portal Corrientes

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